Anoche tú apareciste
en mi sueño más profundo,
dando vida a ese otro mundo
que tú ni siquiera viviste...
Sentado en una gran roca,
y los ojos en un mar inerte,
que hacían brotar a su suerte
lágrimas hasta mi boca...
Lloraba por no tener
amor, que no aparecía,
y a la última luz del día
vino con el atardecer...
Conmigo se vino a quedar
la persona que más he amado,
y ya al tenerla a mi lado
nunca quise despertar...
Erais tú y tu sonrisa,
tu cuerpo, tu voz, tu aliento,
a quien gracias mi sufrimiento
desapareció con la brisa...
Mirando al mar nos quedamos,
surcando las grandes olas,
nadie más, tú y yo a solas,
que nuestras manos agarramos...
Vino tu boca a besarme,
mire a tus ojos de miel,
y con la voz más dulce y fiel
prometiste nunca dejarme...
Desperté en agonía, muriendo,
y llorando miré a otro lado,
yo quedé paralizado
pues tú estabas ahí durmiendo...
Gracias a ti, princesa,
no dependo de mis sueños,
pues los sentimientos son dueños
de un mundo que no me pesa...