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miércoles, 16 de marzo de 2011

Sol naciente, profunda agonía...

No es nada nuevo decir que esta vida no es justa... La vida duele, quema, destroza, arrasa, ataca y somete bajo sus afiladas garras, a veces, a quien menos se lo merece... Estos días la vida ha sido concebida cual sorprendente torrente de agua que ha dejado caer un peso mortal sobre los hombros de un pueblo luchador... ¿Acaso ellos lo merecían? ¿Acaso ellos lo esperaban? Desde luego que la vida no es justa...
¿Por qué ha sido todo esto? ¿Ha sido un castigo por estrangular nuestro propio hogar con las manos que la misma Tierra nos adjudicó para cuidarla? ¿O, simplemente, ha sido una funesta sorpresa en un lugar aleatorio? En cualquier caso nuestro mundo ha temblado...
Nuestro mundo ha propiciado un catastrófico seísmo en un océano qué, día tras día y noche tras noche, va perdiendo el nombre de Pacífico, esta última vez declarando la guerra a uno de los pueblos más amenos de su faz: el pueblo del Sol Naciente, que vio como su propio sol se ahogaba entre unas olas anfibias que prefirieron probar suerte en tierra firme antes que permanecer en sus guaridas subacuáticas... Japón vio cómo sus árboles se convertían en algas, cómo sus automóviles se convertían en barcos, cómo sus hogares eran embargados por el dios Poseidón y lo más doloroso de todo: cómo sus habitantes desaparecían entre las aguas de una laguna que nunca antes estuvo ahí... Japón lo vio, y al resto del mundo nos lo cuenta con los ojos calados en saladas lágrimas, que no son otra cosa que agua de mar... Y respirando un denso aire de efectos permiciosos (que intoxica los corazones de gente buena y trabajadora mientras que extingue la esperanza de una sociedad desarrollada) nos pide ayuda con voz ronca durante esta larga agonía que se vive...
Ante este tipo de situaciones no sirve de nada el ser inteligentes, el ser fuertes, el ser hábiles, el ser amables o el ser astutos, ya que somos, simplemente, humanos...
El mundo está de luto por un país azotado por la desolación de la injuticia...